El proyecto solidario de Etnia Barcelona solo es posible gracias a los voluntarios que cada día ofrecen su tiempo y dedicación para que los más desfavorecidos puedan disponer de una buena salud visual.
Núria Rodríguez de tan solo 22 años empezó colaborando con Etnia Barcelona Foundation cuando aún estaba en la universidad. Ahora que ya es óptica-optometrista titulada, es ella misma la que pasa las revisiones a los pequeños que lo necesitan. Ha colaborado tanto en el proyecto local “Te miramos a los ojos” como en proyectos solidarios en Senegal. Hemos querido que nos contara su experiencia de voluntariado con la Fundación, así que ahí va la entrevista:
¿Cómo conociste el proyecto de Etnia Barcelona Foundation?
Conocí el proyecto que estaba haciendo la Fundación Etnia Barcelona a través de la universidad. Como cualquier estudiante, recibimos mil correos de la universidad al día, sin embargo, un día recibí uno de la directora del Centro Universitario de la Visión, que me llamó la atención, en el cual hablaban de una acción social y que se buscaban voluntarios para colaborar haciendo cribas en niños y niñas, y decidí apuntarme sin pensarlo.
¿Por qué decidiste colaborar y hacerte voluntaria?
Siempre he pensado que hacer de voluntaria, en cualquier ámbito laboral, es una especie de feedback con la sociedad, lo cual me permite poner a prueba mis capacidades a cambio de aportar el conocimiento adquirido.
Colaborar en este proyecto social me parecía una buena manera de poner en práctica todo lo que estaba aprendiendo en la universidad, además me parecía gratificante poder hacerlo ayudando los otros. Poder participar en este tipo de proyectos te hace sentir útil, porque te das cuenta de que lo que haces puede cambiar la vida de los otros, y no hay mejor satisfacción que transmitir lo que estás aprendiendo y utilizarlo para ayudar y mejorar la vida de los otros.
Un día fui a probar y, ¡repetí! Fui a diferentes acciones sociales, porque a parte de ser una experiencia muy enriquecedora me pareció una experiencia divertida que me permitía continuar aprendiendo, nada más y nada menos veíamos una media de 90 niños por cada acción social, así que podíamos ver diferentes casos y aprender de ellos.
Después de participar en diferentes acciones sociales de “Te miramos a los ojos” aquí en Cataluña como estudiante, el ayuntamiento de Viladecans y Etnia Barcelona Foundation me propusieron formar parte de la expedición que realizaban en el Senegal, pero esta vez como óptico-optometrista titulada, y sin pensármelo dos veces decidí colaborar.
Ser voluntaria es una experiencia que me ha marcado muy positivamente, tanto por las acciones sociales de “Te miramos a los ojos”» como el voluntariado que hice en el Senegal. Es una manera de conectar con la sociedad y a la vez te aporta la visión de que las cosas pueden cambiar y siempre podrán mejorar.
¿Qué experiencia destacarías? ¿Algún caso en especial?
Bien es verdad que cuando tratas con niños y niñas cada caso es especial. En el proyecto “Te miramos a los ojos” nos encontrábamos un poco de todo: desde el niño que tiene algún problema visual pero no quiere llevar gafas y viceversa, los que no necesitan gafas pero quieren llevar porqué su amigo tiene unas y él también las quiere.
De todos los casos el que más destaco es la facilidad que muestran la mayoría de ellos al realizar las pruebas y el agradecimiento que transmiten después de realizarlas, porque entienden perfectamente el concepto de por qué estamos aquí: para ayudarlos e intentar mejorar su visión y con esto, su vida. Como estudiante, me sorprendió la cantidad de niños que nunca se habían hecho una revisión, y aún más los que necesitaban gafas y ni siquiera lo sabían.
Respecto mi experiencia en el Senegal, me sorprendió la amabilidad y el trato que recibimos. Gente que sin tener nada te lo dan todo y sin esperar nada a cambio. A pesar de que la mayoría de gente quería hacerse una revisión, en el caso de los niños fue algo más complicado. Al no hablar directamente su idioma complicaba algo más las cosas, aun así, colaboraban, aunque mucho de ellos te miraban con miedo porque nunca habían experimentado una situación similar. Sin duda, lo más satisfactorio de este tipo de acciones sociales es poner la graduación correcta a las gafas. Es entonces cuando sonríen y les cambia la cara por completo, es cómo si descubrieran un mundo nuevo.
Si tuviera que destacar un caso, sería el de una familia senegalesa que me impresionó mucho, puesto que los tres hijos tenían una hipermetropía elevada. Se trata de un defecto genético y bastante inusual, y aún más en países de África. El primer año se le hizo revisión al hermano mayor y se le encontró 12 dioptrías de hipermetropía. Al año siguiente realizamos las revisiones a sus otras dos hermanas y les encontramos 10 y 8 dioptrías de hipermetropía respectivamente. Los tres hermanos eran asintomáticos: tenían pequeñas dificultades para hacer tareas de cerca pero no sabían que tenían este problema y que se podía solucionar, hasta les proporcionamos unas gafas y la cosa cambió. Hablando con ellos sobre esto, te das cuenta como una cosa tan “simple” como unas gafas les puede cambiar la vida